El relato de un bardo: Parte III – El dios blanco

Érase una vez a Svarog (Óðinn), el padre celestial, ordenó a su hijo Belobog/Kolada (Heimdallr) crear una digna raza de hombres. Criaturas humanoides ya existían, enanos y grotescos gigantes vermiformes, pero ellos hacían un poco y nada de uso de Svarog. Él requería una mejor raza de hombres, para ayudarle a proteger el cosmos (=orden, belleza) en la marcha hacia la guerra contra el caos (=vacío).

Belobog/Kolada dejó el Cielo y sobre la Tierra él creó una raza humana conocida como el linaje de Thrall. Los thralls [esclavos] tenían la piel negra y arrugada, rostros torvos, la espalda curva, la nariz torcida y talones largos. Insatisfecho con el resultado, él continúa con su misión, y rápidamente creó otra raza humana, conocida como el linaje de los Hombres Libres. El hombre libre tenía sus rostros rojos, el cabello rojo y ojos vivos. Aún insatisfecho, él continuó con su misión y creó a una tercera raza humana, conocida como el linaje de los Nobles. Los nobles tenían los cabellos rubios, la piel clara y los ojos claros como los penetrantes ojos de un dragón.

Finalmente, Svarog estuvo a gusto y ordenó a Belobog/Kolada retornar a la Tierra y enseñar las runas (=secretos, sabiduría musitada) a los nobles, y él lo hizo. Belobog/Kolada entonces situó su trono sobre el Polo Norte, entre el Cielo y la Tierra, para poder vigilar a sus más nobles hijos. Desde allí él podía ver y escuchar todo aquello cuanto sucedía en la Tierra, y cada año visitaba a sus hijos, en el Solsticio de Invierno, recompensaba a los buenos con obsequios, y prevenía a los otros.

Así finaliza la historia acerca de cómo el Dios Blanco creó al hombre, y por qué sólo la nobleza de la humanidad, la raza nórdica [europea], se le es permitida sentarse al lado de Svarog en el más sacro de los salones en el Cielo.

Varg "el Blanco" Vikernes
04.09.2006 (Tromsø, Noruega)
Traducción: Carlos Andrés Mosquera Ruiz