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Europa y el alma de Europa

Antiguamente, sólo los atenienses con propiedad, un pedazo de tierra, tenían derecho al sufragio. En Escandinavia, por otra parte, una mera propiedad no era suficiente. Únicamente quienes hubiesen sido propietarios por varias generaciones tenían el derecho al sufragio. Aquellas propiedades fueron llamadas propiedades Oðal. El símbolo de semejante propiedad era el Gran Sillón del cabeza de familia. Ese sillón era el símbolo de los derechos de los granjeros nobles e incluso el rey no tenía derecho a violar sus derechos. Conocemos aquel sillón de la Runa llamada oþila, mostrada abajo, aquella figura es del Gran Sillón.


oþila

Aquella costumbre era conocida incluso en tiempos prehistóricos, cuando las propiedades Oðal eran llamadas propiedades oþila, como el signo rúnico. Oðal es en nórdico y deriva del proto-nórdico oþila que traduce posesión alodial. Aquellos quienes eran dueños de semejante propiedad creaban la nobleza de la antigua sociedad. En escandinavo moderno, la palabra nobleza, adel, deriva del nórdico óðal, e incluso en la actualidad le llamamos a semejantes propiedades, propiedades odel. Odel naturalmente también deriva del nórdico óðal.

El Gran Sillón era situado en la esquina nororiente de la construcción principal de la granja, porque los fallecidos eran inhumados al norte de la granja y porque el Sol emergía en el oriente. Aquello era conocido como ándveget (el camino del espíritu) porque los espíritus de los miembros fallecidos de la familia visitaban a los vivos cada Gran Festividad. Las efigies de los fallecidos eran situadas en el gran sillón, el cual trabajaba como un portal para los muertos.

La propiedad Oðal estaba inextricablemente vinculada al linaje. Esa era la tierra donde la sangre del linaje fertilizaba el suelo por generaciones. Esa tierra era nutrida por los fallecidos y mantenida por los vivos. El cabecilla del linaje no tenía derecho de vender la propiedad, a menos que, todos los miembros de la familia pactaran venderla. Todos tenían derecho al veto y el derecho a mercar la tierra por un precio favorable si el linaje deseaba venderla. El hijo más senil siempre heredaba el derecho a administrar la granja cuando el cabecilla de la familia fallecía, pero no se le permitía sentarse en el Gran Sillón hasta que hiciera una promesa de lealtad a los derechos del linaje y bebiera de la copa de Bragi - un brindis donde hacía una promesa para el linaje.

Al oriente de las granjas, sobre las colinas y montañas, celebraban al Sol, y lo más cerca de una fuente sagrada o río, celebraban a la Luna. Todos los Grandes Festivales fueron centrados alrededor de las prístinas deidades; Sunna (el Sol), Máni (la Luna), Týr, Óðinn, Þórr, Freyja/Freyr, Heimdallr, y así sucesivamente. La Madre Tierra - llamada Jörðr - era celebrada por muchos horgs (antiguos templos en piedra/altares) y otros Grandes Festivales tomaban lugar en los hofs, los grandes salones de los señores, o en alvesirkler (círculos elfos), círculos naturales en la tierra.

Aparte del Sol y la Luna, las deidades más importantes eran Þórr, el díos de la lealtad, Freyja y Freyr, la diosa y el dios del amor, Heimdallr, el dios de la misericordia, y Óðinn, el dios de la guerra y la magia, la elocuencia y la muerte.

Los fallecidos iban a Hel, como lo hicieron Baldr e Íðunn en la mitología, pero también fueron a Ásgarðr; al Valhala, Sessrýmnir, Bilskínir o a algún otra divina morada. No había ningún conflicto allí, como lo hace la individualidad de los seres humanos compuesta de varios seres. Cuando fallecemos, los diferentes seres van a diferentes imperios. Cuando los nuevos miembros del linaje nacen, posteriormente son llamados como el pariente fallecido. De esa manera, las almas de los fallecidos pueden retornar con los vivos desde los mundos de los muertos, de Hel y Ásgarðr. En la Escandinavia moderna decimos Helvete, en lugar de Hell [infierno] (Hel), como lo hacen en inglés. Ese término deriva del nórdico Helvíti, que traduce "visita a Hel". Los fallecidos únicamente van de visita, y siempre regresan con los vivos cuando renacen en el linaje. Esa era la fe de nuestros antepasados. Los muertos no eran una amenaza, sólo significa una suspensión de la vida en un mundo divino; en Hel y Ásgarð. Incluso pueden visitar a los vivos una vez al año, en vísperas de Jul, cuando llegan junto con Heimdallr (mejor conocido como "Santa Claus").


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El hombre moderno ha perdido su nexo al suelo de sus antepasados. El hombre moderno también ha perdido el nexo con la sangre de sus antepasados y los dioses. Viaja donde sea alrededor del mundo como una criatura sin raíces. Sin cultivar más su propio alimento, sin capturar más su propio pescado o carne, sin más leche de las vacas o colectar huevos, bayas, nueces, fruta y cochas marinas de la naturaleza. No construye su propio hogar o sepulta su propio linaje. Ha perdido su respeto por la naturaleza, por su patria y su linaje, pero no ha ganado nada. El alma del hombre moderno está muerta. Ha perdido casi todo.

En los grandes ídolos del hombre moderno no hay más amor (Freyja/Freyr), lealtad (Þórr), misericordia (Heimdallr), la nobleza, la elocuencia y el hombre fuerte (Óðinn), poder (Magni), la patria (la propiedad Oðal), coraje (Móði), la naturaleza fértil (Jörðr) o algunas otras antiguas ideales e ídolos, pero en lugar de eso, idolatra las celebridades superficiales y falsas o a los cínicos cerdos capitalistas quienes ultrajan a la Madre Tierra y la sangre de las personas.

Nuestra antigua religión y nuestros dioses europeos son presentados en nuestras vidas cotidianas, incluso aun en la actualidad. Cuando era un infante, crecí en Odinsvei (Óðinn´s Lane) [vereda de Odín]. Iba a la tienda de abarrotes local, llamada Jovi1 (otro nombre para Júpiter), por un instante podía comprar un "Chocolate Freia (Freyja)", un Martes (Día de Týr) u otro día de la semana, excepto los Domingos (el día de Sunna, el Sol), porque ese era un día para guardar por ser sacro. Si tenía apetito con alguien, en algunas ocasiones le decía que fuéramos a Hel, y cuando comía "perros calientes", les colocaba salsa de tomate de una botella marcada "Salsa de Tomate Idun (Íðunn)", y así sucesivamente. Los nombres de los dioses aun se encuentran donde quiera en nuestras vidas. Inclusive, después de miles de años de cristiandad, estamos rodeados por nuestros dioses paganos y sentimos un nexo natural hacia ellos. Podemos perder nuestra alma, pero nuestra sangre pagana aun es la misma.

En el oriente íbamos a esquiar a las montañas y traíamos naranjas y huevos llenos de confite, simbolizando al Sol y la cesta de Íðunn respectivamente. En víspera de Jul, incluso los infantes toman un vaso de (luz) cerveza para beber, porque era una costumbre (brindar por Óðinn y por los muertos), sin embargo, por qué lo hemos olvidado. En vísperas de Año Nuevo enviamos cohetes al cielo y observamos los juegos artificiales, y nos ataviamos como criaturas asustadizas e íbamos de puerta en puerta pidiendo confites (más chocolate Freia), como lo hicieron nuestros antepasados en sus rituales de iniciación para el Oskorei - aunque ellos empleaban fuego en lugar de fuegos artificiales. En el verano prendían grandes fuegos a lo largo de la costa, simbolizando el collar de Freyja, y celebrando el verano solsticio, siempre intentaban construir grandes fogatas de los mismos. El Día del Año Nuevo, vemos el torneo de salto de esquí del Año Nuevo en la Televisión, una costumbre que deriva del antiguo ritual de iniciación, cuando Heimdallr debía saltar cerca de Hel para ganarse el acceso.

Podría ir, pero vosotros tenéis el punto. Oficialmente nuestra cultura el cristiana, pero realmente no tienen nada de cristiano, y las antiguas tradiciones aun están en practica. Simplemente que no siempre estamos enterados de ello. No conocemos más el por qué lo hacemos. Puede ser la diferencia en otros países europeos, pero en algún punto practicamos la religión antigua. Los dioses europeos aun están con nosotros, en nuestras cabezas, pero lo primero y lo principal, están en nuestra sangre. Ni un monto de lavado cerebral o incluso miles de años de opresión religiosa pueden cambiarlo. Un famoso psiquiatra suizo, Jung, habló acerca de los arquetipos que siempre se encontraban entre nosotros, sin importar qué. Un autor noruego, Bringsværd, habló de pavesas que nunca mueren, situadas en el resto de las cenizas, esperando a alguien quien le lleve a la madera seca, pavesas que siempre están listas para convertirse en chispas de fuego otra vez. Si se lo permitimos.

Por miles de años hemos caminado lejos de los dioses de nuestra propia sangre, intentando reemplazarlos con algún salvador asiático, y su extranjero hebreo de alma desierta, pero en algún momento, únicamente necesitamos parar y retornar a la vida en armonía con nuestra naturaleza europea. Los dioses aun están allí, dentro de nosotros, aguardando pacientemente a que sus hijos alcancen su razón, y como nunca podemos correr lejos de nuestras propias sombras, nunca podemos correr lejos de nuestros propios dioses. Son como una parte de nosotros, como nuestras características físicas. Son nuestra alma colectiva. Únicamente escuchando la voz de nuestros antepasados, el silencio que musita en nuestra sangre, y abrazando a nuestros propios dioses. Retornará a la vida. Revivirá nuestra alma europea.


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Empleo nombres de las deidades escandinavas, pero se amplía a toda Europa, no sólo a Escandinavia. Todos los dioses son los mismos, únicamente son llamados con nombres diferentes en otros lugares de Europa porque hablamos diferentes idiomas. Ora que llamemos el tonante Donar, Thunor, Taranis, Pjerun, Þórr, Perkuna, Júpiter, Zeus o algo más, son los mismos dioses europeos. Todos los dioses y diosas son los mismos. Ellos son nuestras deidades europeas en común. Son nuestra alma europea.

Notas al pie:

1Jove: Forma latinizada de Júpiter. (Desiderio Erasmo de Rótterdam, Elogio a la Locura - Elogio a la Estulticia, nota al pie 30, pág. 21, Panamericana Editorial, Bogotá, 1997.)

Varg Vikernes
Prisión de Trondheim, Noruega
November 9 de 2004
Traducción: Carlos Andrés Mosquera Ruiz






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